(Excelente análisis de la última pregunta que MUY PROBABLEMENTE nos haremos muchos ciudadanos frente a la urna el 1 de Julio del 2012)
Reforma
Va de nuevo
Jaime Sánchez Susarrey
11 Jun. 11
AMLO tiene todas las cartas en la mano para ser postulado. Más aún, se sabe imparable porque ni Marcelo Ebrard ni la corriente de Jesús Ortega jugarían por su cuenta en 2012
La elección presidencial ya nos alcanzó. En octubre arrancará formalmente el proceso. El PRD contempla elegir a su candidato en noviembre. Su propósito es aventajar a los panistas, que han fijado febrero para realizar su selección y pasarán varios meses concentrados en precampañas. Pero también buscan posicionarse ante los priistas, en caso de que postulen a su abanderado este mismo año.
La competencia entre López Obrador y Marcelo Ebrard está entrando en la recta final. En teoría cualquiera puede ser candidato. Sin embargo, la cuestión está en el método.
Si la elección es abierta a toda la población, mediante una encuesta, el jefe de Gobierno lleva una pequeña ventaja sobre López Obrador. Y en consonancia con ello, Ebrard registra menos rechazo -en población abierta- que AMLO. De ahí el argumento reiterado de los ebrardistas: Marcelo sería un candidato más competitivo que Andrés Manuel y tendría más probabilidades de ganar.
Pero si la elección -o la consulta- se circunscribe a los militantes y simpatizantes del PRD, la ventaja del rayito de es peranza es arrolladora. Tanto, que el jefe de Gobierno no tendría la más remota posibilidad de resultar electo. Además, López tiene bajo su férula al Partido del Trabajo y Convergencia, que se aprestan a forjar una coalición con el PRD en 2012.
Dicho de otro modo, AMLO tiene todas las cartas en la mano para ser postulado. Más aún, se sabe imparable porque ni Marcelo Ebrard ni la corriente de Jesús Ortega jugarían por su cuenta en 2012. Todos ellos tienen miedo, o mejor dicho pánico, de que la izquierda vaya dividida a la contienda por la Presidencia de la República.
La pregunta entonces cae por su propio peso: si López Obrador tiene la postulación asegurada, ¿por qué habría de arriesgarla aceptando el método de una consulta abierta a toda la población? La respuesta es muy sencilla: por ningún motivo.
Y no hay por qué sorprenderse. La mayoría de los políticos actuaría de igual manera. Baste recordar que Roberto Madrazo jamás escuchó ni atendió la advertencia de que sería un candidato malo y no competitivo.
La tozudez de López tiene, además, ingredientes morales e históricos que la hacen impermeable a cualquier argumento. Según su evangelio, el 2 de julio de 2006 se cometió un gran fraude electoral. La voluntad soberana del pueblo fue violentada en la persona de Andrés Manuel y por eso él, y solamente él, puede reclamar justicia y reparar el daño.
Desde su perspectiva, no hay forma de entregar la estafeta ni de evadir su responsabilidad moral e histórica. Recular ahora equivaldría a traicionarse a sí mismo y darle la espalda al pueblo bueno que lo siguió en la travesía por el desierto.
Pero sería ingenuo suponer que el mesianismo de López lo obnubila al punto de romper el contacto con la realidad. La estrategia que siguió en el Estado de México fue fría y pragmáticamente diseñada. Pese a haber "tolerado" la alianza PAN-PRD en Oaxaca, Sinaloa y Puebla, dinamitó esa posibilidad en el Estado de México.
López Obrador se planteó, desde el principio, la cuestión como un juego de su- ma cero: cualquier tanto que se apuntaran "Los Chuchos", impulsores de la alian- za, sería un gol en su contra. En ese esquema, Alejandro Encinas funcionó como un alfil y mostró una lealtad ciega a López Obrador.
La paliza contra "Los Chuchos" fue envuelta en una retórica de principios y programas. Pero jamás se trató de eso. El objetivo y la estrategia se encuadraron en la competencia por la candidatura a la Presidencia de la República. Nada más. Y en esa perspectiva ganó todas las batallas. La foto de Alejandro Encinas en el Zócalo el domingo pasado dice más que mil palabras.
Así que no hay dudas ni hay que hacerse bolas: AMLO será el candidato de eso que se autodenomina "la izquierda" en 2012.
Su problema está en que la advertencia de los ebrardistas podría convertirse en una profecía cumplida, como le ocurrió a Madrazo en 2006. Pero hay que advertir que López Obrador ya tiene una estrategia para el próximo año.
El primer supuesto es que el candidato de Acción Nacional, quienquiera que sea, no tendrá mayores oportunidades en 2012. De entrada, porque los electores le pasarán la factura al PAN por el gobierno de Calderón. A lo que se sumará un candidato relativamente débil y, sobre todo, la voluntad de que se produzca un cambio.
El segundo ingrediente, en parte inducido, es que AMLO ya definió con quién quiere enfrentarse en 2012: Enrique Peña Nieto. Por eso los reclamos que le hicieron sus camaradas en el sentido de que le estaba pavimentando el camino al PRI en el Estado de México deben haberle provocado una sonrisa.
El tercero es la expectativa y la convicción de que la contienda se polarizará entre él y Peña Nieto. De ese modo, la elección se convertiría en una suerte de plebiscito que pondría a los ciudadanos ante la disyuntiva de votar a favor o en contra del regreso del PRI a Los Pinos.
El dilema y el escenario no son tan disparatados. Sobre todo a la luz de la convicción expresada por el propio Felipe Calderón advirtiendo que lo peor que le podría ocurrir al país sería el regreso al pasado. Y a la luz, también, de las alianzas que se impulsaron desde la Presidencia de la República en Oaxaca, Puebla y Sinaloa en 2010.
La mejor prueba de que López va en esa dirección fue su reciente convocatoria a las bases panistas y priistas para que se sumen a su campaña por la Presidencia.
Nadie puede adelantar vísperas y prever lo que pasará el próximo año. Pero por lo pronto, López tiene una respuesta para sus oponentes que le advierten que será un candidato malo y no competitivo.