martes, 19 de julio de 2011

Una visita al Infierno antes de morir. (PARTE 2)


Bienvenidos al Infierno. El hotel más caro del mundo.

Durante todo el trayecto, en el interior de una camioneta cerrada y a oscuras, lloré rogándo despertar de esa pesadilla, el aire me faltaba de los sollozos. No podía creer lo que me estaba pasado: ¿por qué a mi?¿qué hice? Pensaba en mi hijo de 6 años y en mi esposa.

Podía escuchar a los demás llorando también. Después de un largo trayecto, pudimos escuchar que habíamos llegado. Para entonces miles de ideas habían cruzado por mi mente..ideas verdaderamente aterradoras. En ese momento de algún lugar de mi interior brotó una expresión de coraje e indignación y dije casi gritando: “¡Ya estuvo! ¡Ya lloramos...que no nos vean llorar allá adentro, sólo nos queda sobrevivir, tratemos de estar juntos y defendernos entre nosotros, sólo nos tenemos a nosotros mismos!”

Apreté tanto como pude las mandíbulas, se abrieron las puertas del vehículo y nos bajaron. Teníamos al frente unas puertas inmensas de lámina que se abrieron. Nos recibieron 2 custodios, con más cara de delincuentes que de oficiales del órden:

“¡A ver hijos de su puta madre! Aquí ya se los cargó la chingada. Los vamos a traer a pan y verga.!”

Nos pidieron desnudarnos en un pequeño cuarto a cada uno por separado en el que había un cerro de ropa. Nos quitaron agujetas y cinturones -en el Bunker nos habían quitado nuestras pertenencias de valor y entregado a nuestros familiares- nos prohibieron meter ropa interior y nos obligaron a tomar una camisa distinta a la nuestra de las que había tiradas.

Todo lo anterior en un espacio amplio que parecía un estacionamiento-recepción , después nos formaron en fila frente a una gran rampa de acceso que se elevaba. Con lujo de agresividad, groserias y gritos, nos obligaron a hacer sonidos como de un elefante, tomados de la parte trasera del pantalón de quien iba enfrente de nosotros en la fila. Uno de nuestros brazos haría la función de la trompa mientas subíamos la rampa. Podía escuchar las risas de los custodios.

Mi corazón latía al máximo, no sé si de impotencia, rabia o miedo. Creo que era una aterradora mezcla de todas. Pero sobre todo, la humillación de la que éramos objeto.

Pasamos varias casetas de control, pasillos al aire libre semioscuros. El olor a orines mezclado con concreto era ya una constante. Todo el ambiente era semioscuro, excepto las casetas de control. Me costaba trabajo mantener mi sentido de la ubicación. Todo me parecía muy similar a los edificios de escuelas secundarias públicas en mal estado.

Llegamos a un pasillo amplio un poco más iluminado, a un maltrecho escritorio con 3 personas civiles, ninguno era custodio, ahí nos tomaron nuestros nombres, un médico nos “revisó” en 30 seg. a cada uno, tenía aspecto de criminal más que de hombre de ciencia. Llegó un tipo jóven, muy bajito, vestido de pantalón y camisa color beige al que llamaron “estafeta”. Uno de los tipos del escritorio le dijo al jóven: “Estos dos tienen que estar juntos, son causa” señalándonos a mi amigo y a mi.

El “estafeta” nos guió por unas escaleras a un primer piso, luego a un pasillo que daba a un patio también a oscuras, ahí se encontraban unas 6 celdas, todo el trayecto en una oscuridad en la que apenas podiamos distinguir por dónde caminábamos. Mi corazón se aceleraba cada vez más, mis piernas no me respondían y temblaban como jamás pensé que sería posible, el estómago me traicionaba y sentía que en cualquier momento vomitaría, el olor a orines, sudor, concreto y mariguana eran intensos.

Nos detuvimos frente a una celda, no se podía ver nada al interior de los barrotes, de los que colgaban pedazos de tela, cartón y ropa. Abrió el candado, se abrió la puerta de barrotes; en el interior sólo se percibía la oscuridad más inmensa, volví a apretar las mandíbulas para impedir que el terror me traicionara, sólo pensé: “Sé que voy a morir Dios mío, ¡cuída a mi hijo por favor!...pero antes  me voy a llevar aunque sea a uno conmigo al infierno ¡voy a morir!”

No, no iría al infierno...ya estaba en él.

Continuará...


Nota del autor:

Escribí la presente columna el 21 de Febrero del 2011. Mi historia sucedió hace 3 años y medio. Para estas fechas todos sabemos que hay una película/documental mexicano llamado “Presunto Culpable”, por lo que estoy consiente que habrá comparaciones y sospechas sobre los motivos del tema de mi narración. Sé que me expongo a ser calificado de oportunista. No sé si ayude o no esta afortunada o desafortunada coincidencia; pero una cosa sí te puedo asegurar estimado lector...necesitaba contar mi historia.

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