martes, 2 de noviembre de 2010

Buscando la pareja perfecta 1.1



“¡Dios! parece modelo”

Fué la primer frase que pensé al verla. El siguiente paso era conocerla en la situación adecuada para tratarla y lograr ir más allá.

Gerardo; gerente de sistemas y gran amigo de los viernes sociales de dominó me dijo:

-“Es mi amiga, la respeto y la quiero mucho”
-“Excelente, sólo quería escuchar eso” respondí.
-“¿En serio te interesa? Porque si es así tienes que enterarte de otro asunto más importante aún”
-¿...?
-Tiene una hija de 6 años, se llama Daniela ¿sigues interesado?”
-…
-“Lo supuse..., te veo en la comida”
-“¡Espera!...le entro al toro”
-“Ahí tú sabes...ella ya está grandecita para saber con quien se mete. Espero que tú también”


Me senté en la sala, ella subió a arreglar a Daniela. No sabía exáctamente qué esperar, cómo actuar, qué decir. Estaba solo sobre un sofá pensando en qué sería lo más adecuado cuando apareció un señor de la tercera edad, que sin decir palabra se sentó frente a mí. Un rostro sereno, con una ligera sonrisa, propia de un hombre que ha vivido lo suficiente como para saber qué esperar.

Bajó mi nueva novia con una gran sonrisa y le dió un beso en la mejilla al anciano, y le dijo:

-”¿Ya le ofrecíste algo abuelito?”
-”¿Gusta un tequilita?” amablemente me preguntó.
-”Claro que sí señor”

En aquella época había quitado el tequila de mis bebidas preferidas. Lo había bebido en exceso en mis años de preparatoria tirado sobre las rocas del espacio escultórico de la UNAM. Eran otros tiempos ya, pero no estaba dispuesto a desairar al patriarca de la familia.

Finalmente bajó Daniela. Tímida, callada, con la actitud de cualquier pequeñita que baja a saludar sin saber exáctamente la razón. Su mirada tranquila y serena en la mesa de centro. 6 años de edad.

En ese instante me sentí la porquería más grande del mundo. Ya era demasiado tarde.

Mezclábamos las salidas sociales nocturnas como pareja con mis visitas a su casa para darle oportunidad de acostar a Daniela, quien evadía siempre dirigirme la palabra. No sabía qué decirle ni cómo llamar su atención para intercambiar algunas frases.

¿Le caigo mal?,¿es así de tímida?,¿debo acercarme?,¿debo de mantener una distancia?, ¿qué es lo que se supone que debo hacer?

Una noche saldríamos a cenar, pasé por ella y me pidió que la esperara un poco, estaba acostando a Daniela y no tardaría. Con gusto accedí.

Sentado como siempre en la sala, mi novia le pidó a Daniela despedirse de mi antes de dormirse. Bajó con un conejo de peluche en sus brazos. Me pareció que era nuevo, y le pregunté:

-¿Es nuevo tu conejo?”
-”No...me lo regaló mi abuelito hace 2 años”
-”Pues está muy bien conservado”

Me dijo que tenía una repisa llena de juguetes seminuevos. Le conté que de niño tuve amiguitos que tenían también sus juguetes así y que jamás pude entenderlo, ya que para mi, un juguete es para jugarlos al máximo.

Mi cena con su mamá nunca sucedió. Esa noche terminamos Daniela y yo, con todos su juguetes en la sala. Jugándolos al máximo. La verdad es que durante 6 meses que duró mi relación con su madre, nos acabamos toda la repisa.

Una tarde íbamos los 3 en el coche y Daniela movió la palanca de velocidades :

-”¡No mames! ¿¿¿qué pasó le pasa al coche???” grite muy asustado en medio del periférico.
-”¡Eres un idiota, espantaste a Daniela!”
-”¿Yooo?, pero...”

La niña desconsolada lloraba en los brazos de su madre, mientras me clavaba los ojos con ganas de matarme mi novia.

-”Oye, me asusté, no sabía qué le sucedía al coche...”
-”¡No le vuelvas a gritar a mi hija idiota!”

Empecé a poner atención en algo que no había hecho antes. Cada vez que intentaba mostrarle el camino correcto a una situación a Daniela, su madre intervenía para defenderla a capa y espada, para después ambas ignorarme como si me tratara del chofer de ambas.

Las actitudes de Daniela pesaban cada vez más en nuestra relación. Decidí ser prudente y no criticar, objetar ni hablar de las decisiones de mi novia que a mi parecer eran incorrectas. Empecé a sentirme ignorado cuando salíamos los tres.

Un día escogí el mejor arreglo de flores que he visto en mucho tiempo en mi vida, se lo envié a Daniela con una nota que decía algo así:

“Espero que te gusten estas rosas que he escogido para ti. Y como en la vida nada es gratis a cambio te pido tres favores Daniela:

1.- Cuida mucho a tu mamá siempre.
2.- Recuerda que a todos nos gusta siempre que alguien nos quiera
3.- No dejes NUNCA QUE NADA NI NADIE...las separe a tu madre y a tí.

Pocos días después terminé mi noviazgo con su madre.

Es muy importante saber que cuando tu pareja tiene un hijo/a de una relación anterior, estás adquiriendo una relación con 2 personas y no sólo con una.

Que no puedes llegar a cambiar una relación entre ellos.

Que debes tener muy claro contigo mismo qué intenciones tienes de esa relación, para no lastimar a una tercera persona que no tiene la culpa de tus propios errores y malas decisiones.

Que si te tomas en serio esa relación debes platicar antes con tu pareja si está dispuesta a compartir contigo las decisiones acerca de la educación de su hijo/a

Que debes determinar las reglas de convivencia entre su hijo/a y tú, ya que se puede prestar a muchas confusiones y tragos amargos.

Que una buena pareja no es necesariamente una madre como tú la estás imaginando idealmente bajo tus conceptos muy personales.

Que puedes lastimar sentimentalmente y sin intención a un adulto, pero jamás debes lastimar a un menor en nombre de intereses puramente de relaciones de pareja.

La única regla que expuse con mi novia fué que mientras no supieramos hasta dónde llegaría nuestra relación, Daniela nunca nos viera abrazados o besándonos frente a ella.

Lo último que supe de ambas es que mi ex-novia se casó, y por teléfono me dijo:

-“¿Qué crees?, Daniela ya le dice papá, estoy muy feliz”

Un año después se divorciaron.



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